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Hoy, buscando al Ser

Actualizado: 30 ene

Qué cosa increíble es ser. En este día no quiero ponderar sobre las dimensiones profundas de lo Femenino y lo Masculino que nos habitan, como enseñamos en Arkesoul a hombres y mujeres, y se constituyen en la distorsión fundamental epistemológica que llevamos tatuado a nivel mitocondrial. Sino celebrar, el que soy. Mujer. Cincuenta por ciento de probabilidad en un volado metafísico que definirá en un sentido fundacional qué, cómo y desde dónde serás. Una X más o una Y y el volado cae en “águila o sol”. Y Aquí estoy con décadas de vida sabiendo que no importa lo difícil que pudo haber sido, hoy lo elijo y lo elegiría si volviera a saber todo lo que implica. Ser mujer es la forma de lo humano desde la que soy. No sé que es ser hombre. Me costó saber lo que es ser mujer y ahora estoy en el viaje, empaquetando todos los arquetipos, los constructos sociales y distorsiones, en la búsqueda de ser humano. Pero solo he podido iniciar este último tramo del viaje primero recorriendo el que inició con una señal que decía: “hacia allá, ruta final mujer”; luego llegué y dije, necesito saber que no sé si soy mujer, e inicié otro viaje, que marcaba: “por aquí, ruta que le lleva a ver qué es ser hombre”. Y hoy hechos esos viajes, ando en otro que inicié cuando al completar esos recorridos dije, “¡ah! esto soy, esto no soy, aparentemente”, y súbitamente me encontré en un lugar que era muy parecido al lugar en el que inicié, solo que se experimentaba diferente, y que tenía una gran señal en la que se leía: “por aquí para buscar lo humano”.

En el tiempo que llevo del recorrido puedo contarles algunos de mis descubrimientos: es afirmativo, se ve con claridad, se experimenta en el alma, esto de ser humano, un humano mujer. Esos fueron mis descubrimientos. Todos clichés. Lo supe así como decimos en Arkesoul, sabemos cuando sabemos, no es creer, no es conocer, es saber. Es certeza. Cuando inicié el recorrido en la búsqueda de lo que no soy, aprendí que ser hombre no era lo contrario a ser mujer. Aprendí que buscando lo que no soy en la cara de lo masculino, no encontraba más que afirmaciones de lo que sí soy. Que mi experiencia de ser mujer no implica la pérdida de algo que no soy y que solo lo experimentan esa mitad menos un cachito de habitantes de este planeta que no son como yo, porque son hombres. Esos que son diferentes. Esos que creemos diferentes.


Lo que aprendí en mi primera parte del recorrido cuando me lancé a seguir la ruta de “ser mujer es” es que se trata de afirmar. Eso me lo llevé en una bolsa que traigo conmigo, es una piedrita sencilla, simple, de esas que encuentras en cualquier parte del camino, gris tornasolada, la piedrita de la afirmación la llamo. Y me la llevé para iniciar la segunda parte de mi ruta, cuando salí a buscar lo que no era, o más precisamente, lo que creía tenía que saber que no era, para ser. Fácil, me dije en este momento del camino, lo que no soy, es ser hombre. Y así me lancé en mi segunda parte del viaje, pero llevaba ya mi piedrita, entonces en esta parte ya no hubo tanto desconcierto, cuando me encontraba afirmaciones de quien era cuando buscaba lo que no era. Eso me llevó, a la claridad. La claridad es ver sin ojos turbios. Eso aprendí cuando buscaba lo que no soy en los hombres de mi vida y en muchos que llegaron y son parte de mi vida. Eso lo aprendí especialmente para reconocer a mi hijo. Y así recogí otra piedrita, también sencilla y gris y cotidiana, que llevo también conmigo en la bolsa de la vida. Que vivir implica afirmar y ver con claridad. Que al hacerlo soy mujer y soy hombre, para ser qué, eso me preguntaba, si soy lo que soy, y soy en la afirmación y claridad de lo que no soy. ¿Entonces? Esto del ser, qué es. Y guardé mis dos piedritas y me atreví. Y así empezó la tercera etapa de este viaje. Fundé Arkesoul y dije: vamos a buscar lo humano. En mí. Porque cómo enseñar a otros a honrar lo humano si yo no se qué es eso. Y así encontré la tercera piedrita, es en el alma, en el cuerpo hecho vida y apertura, en el sentido hecho propósito, esto de ser.


Y en esta parte del recorrido estoy. Con mis tres piedritas en mi bolsa. Siempre en afirmación y claridad. Con el alma. Sabiéndome mujer y sabiéndome mujer al ver las caras de los hombres, esos que creía que me enseñarían a ver en mí lo que no soy, para aprender y para reafirmar lo que sí soy. He aprendido que soy humana porque soy mujer y también soy humana porque en mí lo que creí no ser lo encuentro en todos los hombres que encuentro en mi camino del ser que también están creando su colección de piedritas. Que ambas son caras de lo que soy.


Afirmar en claridad, es la esencia de lo humano. Aprendemos en Arkesoul a eso, a desprendernos de todos los nombres, hasta el de mujer y hombre, para entonces ser en la posibilidad de lo humano.


Me parece inútil seguir buscando en los baúles gastados que nos dicen esto es ser mujer. Me parece doloroso seguir revolviendo los cuartos llenos de escombros en los que las mujeres nos hemos perdido. Donde creímos que en la oscuridad acechaban las caras de lo otro, a las que casi siempre en la penumbra crepuscular de nuestra inconsciencia individual y colectiva, le ponemos las caras de eso otro que experimento como algo polar a lo que yo soy y que me revuelve la vida, lo que llevo en lo más profundo de mi llenándolo de miedo. Inútil seguir asegurándonos de crear mujeres fuertes, donde las Ateneas de nuestras vidas nacieron de la cabeza abierta del sinsentido. Me parece profundamente desesperanzador seguir haciéndonos esto, seguir dividiendo el mundo en mujeres resentidas y hombres depredadores, o viceversa. Es tiempo de renovarlo todo, con nuevos nombres. Los infinitos nombres de lo humano. En afirmación y claridad. No en negación y ceguera. Desde el alma.


A las mujeres de mi vida, mi madre, mis abuelas, mi tía, mi hija. Cada no, que sea un sí sustentado en la certidumbre de lo que puede ser. Cada límite devenga en un campo sembrado de margaritas moviéndose al sol. Cada nombre que les señale, esto eres, sea un símbolo para lo que aún no sabemos. Cada vez que se sientan perdidas y solas, las hijas perdidas del tiempo, seamos en una, seamos en todos, en el nombre de lo humano.


Carmen Mariscal

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